día 16

laia y bebe by n

El regalo

Tengo que admitir, que me han hecho regalos maravillosos, algunos muy costosos y otros, los mejores, incalculables pues no hay moneda en la tierra que pudiera pagar lo que valen.

Me han regalado tiempo, sonrisas, salud y cariño. Amistad, flores, espacio y sorpresas…me han regalado una limpieza de casa, cuidarme a mi hija, arreglarme un vestido, tinte, peluquería y saltos en paracaídas pero hoy quiero hablar del regalo que me hizo mi amiga Laia, de la que , aunque nos separan diez años de diferencia  nunca han sido un obstáculo para sentirnos muy cerca una de la otra. 

Fue hace ya nueve años y lo recuerdo como si fuera hoy mismo. Esta mujer de risa fácil y espíritu creativo, con la que tantas producciones de Zarzuela había compartido, organizando el escenario que ella diseñaba, esperaba su primer hijo. Pasaban los meses y su barriga avanzaba. Barcelona se llenaba de espera de un nuevo ser. Y un día que quedamos para vernos, me dijo que quería que yo , si YO, estuviera en su parto. Me quedé sin habla, ¡me había elegido a mi!. Quería que ese día fuera la persona que viera, quizá incluso antes que ella, la cara de su hijo…..

Empezamos entonces, una preparación con tiempo, fuimos juntas al ginecólogo, le acompañé en algunas pruebas  y asistí con asombro como una cable que rodeaba su preciosa pancha recogía los latidos del minúsculo corazón.

Y llegó el día, me llamaron y fui corriendo a la clínica, donde la madre de Laia también estaba, el médico que conocía no había llegado y no me querían dejar entrar.. y.al final lo conseguimos. 

Y solo tengo que cerrar los ojos y la veo allí, en el quirófano, semirecostada, y yo cogiéndole la mano…el niño no llegaba…la cara del médico y la comadrona no auguraba nada bueno. Tuve que hacer acopio de (mis famosos cuando trabajo) nervios de acero para no perder la calma. La tensión se palpaba en el ambiente y la madre de Laia que había entrado también, me miraba de soslayo sin decir nada, un rictus de preocupación cruzaba su cara. Nos pidieron que saliéramos, se avecinaba cesárea y en el pasillo del hospital la madre y yo nos cogimos del brazo como si esa unión pudiera traspasar a la parturienta. De pronto se abrió la puerta y nos llamaron con urgencia, ¡estaba a punto de salir!…llegamos por los pelos pero le vimos. Ares, así se llama, acababa de llegar. Le hice una foto que su padre, Emilio, cantante de opera, paseo con orgullo por todo el Teatro Real, ¡¡los «atributos» del mozo eran considerables y evidentemente de la madre no los había heredado!!.

Laia, estaba agotada, su esfuerzo y las heridas de la batalla había minado su fortaleza y se puso a llorar, y yo también con ella. La emoción nos envolvió con un halo y pudimos suspirar tranquilas. Bendita epidural que le impedía sentir dolor.

Un poco más tarde, subieron a la madre y al hijo a la habitación, toda la familia les esperaba…y Emilio, con su título de padre recién adquirido llegaba a toda prisa de Madrid, estaba ensayando una ópera y en cuanto le dijeron que Ares estaba en camino el también cogió el mismo destino para encontrarlo.

Y eche a todos de la habitación para dejar a Laia, Ares y Emilio, a solas y que pudieran reconocerse en esa nueva trinidad. 

Y me fui….con el corazón lleno sabiendo que Ares ya siempre sería parte de mi y  agradecido a Laia por dejarme compartir algo tan intimo e importante.

Y veo crecer a Ares, que es un niño maravilloso y una persona especial…y después vino su hermana Enea, pero eso es otra historia..