dia 41

Hoy día completo, día Comanci.

Esta mañana muy temprano he salido de casa para llevar a mi hija al cole y la ciudad parecía un bacalao en salmuera. Ayer noche,  ante la amenaza de la nieve echaron tanta sal en la calle que si uno pensaba en lo que les costaba a los antiguos conseguirla (¡que había rutas y todo, oiga!), daban ganas de llorar.

Y cuando he llegado al teatro, aunque el cielo tenía color panzaburra (y lo escribo todo junto), no parecía que se decidiera a obsequiarnos con los blancos copos…pero sí, ha nevado, poquito, pero ha nevado. Y entre el condimento del suelo y la contaminación, no ha cuajado con disgusto de los niños, de los perros, y de los locos a los que nos gusta tirar bolas de nieve y jugar en el parque de enfrente de casa como si fuera Peñalara.

Después de seis horas intensas: pase gráficos del Don Juan, rueda de prensa (inenarrable la cara de Ignacio González, sentado entre Boadella y Arturo, cuando una periodista ha preguntado sobre la infidelidad masculina) y una pasada de toda la obra; me he marchado corriendo en el metro para poder llegar a mi primera clase de arreglo de bicicletas que hemos conseguido en el cole de mi hija la comisión del bicibus.

Sin comer y sin casi ropa (¡¡de abrigo, de abrigo!!), he cogido la bici y ¡hala! al taller. Un frío de bigotes y mucha risa..¿que como se cambia una rueda de la bici?…ni idea…el profe no me dejaba pedir ayuda a nadie y yo intentaba alargar la mirada por encima del hombro  como un universitario en un examen que no sabe. Al final, después de que casi me cargo los piñones y las almendras,  triunfante he levantado la rueda en alto. Mis manos  estaban como morcillas: gordas y negras y los pantalones que llevaba, lucían tanta grasa como un maquinista naval,  pero ya se arreglar un pinchazo y cambiar una cámara..eso sí, os aseguro sin pudor que si pincho en la ciudad, utilizare mis flaps (aleteo de pestañas) para ver si alguien (sea del sexo que sea) me ayuda a arreglarla.

Otra vez corriendo y sin cambiar ni lavar, rápido (que llegábamos tarde), a llevar a mi hija y a su amiga a coro. Mientras ellas cantaban yo buscaba un esmalte fluorescente que le había prometido a Martina por su cumple (y que el vigilante, sí, si, el vigilante de Shepora me ha ayudado a encontrar ante la cara de desolación que he debido de poner cuando corriendo he entrado en la tienda y cual vaquero que empuja las puertas de un saloon y pide leche, yo he pedido a voz en grito uñas fluoooorrrr y una señorita de pelo negro me ha dicho :-esta agotado..). Vuelta a casa , y un momento de relax, cantando a voz en grito Imagine… y la amiga que se queda a dormir. Cena, preparar camas y ahora por fin parece que se acaba el día…Jolin!! no me he quitado los pantalones grasientos.. tendré que lavar la funda del sofá…¡pero ya mañana!,  que será otro día.la foto 1