«Gong xi fa cai» (te deseo que consigas mucho dinero) es lo que los chinos dicen hoy para celebrar el año Nuevo. Empieza el año del caballo. Siempre celebro esta festividad porque mi hija nació en la provincia china de Hubei y no puedo ni quiero olvidar la cultura donde vivio sus primeros 18 meses. Aunque hoy con el cumpleaños no ha podido ser (es más, he de confesar que si la madrina de Martina no me lo dice,se me pasa la fecha…¡la primera vez!)
Y esta jornada que acaba de morir también ha tenido más celebraciones como el día escolar de la «no violencia y de la paz» (siempre me ha llamado la atención que sea el mismo día que el cumple Martina).
Y para colmo , despues de haber tenido a la familia de merienda, «la tarta» ( y lo pongo así porque ha sido un maravilloso pastel de 4 kilos, regalo de mi hermana), las velas, los regalos, los globos, las patatas por el suelo, las perras robando comida, los hielos corriendo por dentro de la ropa de los niños que jugaban, la conexión a Skype con la familia que vive en Jordania, los platos pegajosos y los doritos barbacoa, el jamón y el fuet, el pan de maiz, servilletas de papel lila y platos de loza con orquideas, las lacas de colores para el pelo, los disfraces y pelucas. De recoger y limpiar, Y ya por fin y sentadas y con pijama nos ponemos a ver «Cuentame» (mañana no hay cole y aunque tiene que marchar a Barcelona a ver a su padre , no hay que madrugar ¡¡¡yupi!!!) y resulta que nos situa en el año 83. Y de pronto me puse a recordar que hacía ese año. Por aquel entonces ya trabajaba de bailarina, de profesora de ballet, de modelo, de azafata, posaba para artistas…en fin,trabajaba de lo que salía pues marché de casa de mis padres muy pronto para vivir sola. Y el 83 en concreto realicé mi primera gira internacional…¡si, sí! crucé el charco para actuar con una compañía de teatro en un espectáculo infantil. Miami, El Salvador, Costa Rica, teníamos bolos en todos esos lugares, pero no pasamos de San Salvador, un productor se quedo con todo el dinero y nos dejó a toda la compañía colgada en un país convulso con una gigantesca desigualdad social.
Como todo el mundo tiene un pasado oscuro yo diré que el mío fue azul…el espectáculo era «el Pais de los Pitufos» y yo, una bailarina de 19 años, alta y espigada, era el Papa Pitufo.Actuamos en un estadio gigantesco en donde el escenario estaba rodeado de militares con armas.Los espectadores apenas fueron unos cientos de personas, todas gente importante o del gobierno. Fue impresionante. Por otra parte, le hacía tanta gracia a la gente que de un muñeco enorme, con barba y gran sombrero saliera una delgada jovencita que me hice muy famosa, me hacían entrevistas, me invitaban a fiestas y en una de esas invitaciones conocí a un productor que nos ayudó a quedarnos un poco más en el país, pues cuando el agente que viajaba con nosotros se entero que el dinero se había esfumado, nos saco del Hilton y nos enviaron a un hotelucho cutre lleno de señoritas que utilizaban las habitaciones no precisamente para dormir. Conseguimos actuar para la teletón (tengo la imagen presente como si fuera hoy de reunirnos toda la compañía para ver que haciamos y yo sacar la targeta que el productor me había dado. LLamarle por teléfono con todas las miradas de mis compañeros ahelantes y aplaudirme cuando les dije que trabajariamos en la tele) y alargar la estancia lo suficiente como para poder utilizar el billete de vuelta. Al regresar otra vez al Hilton que estaba lleno de gente de la CIA ( se creian invisibles y «cantaban más que una almeja», tan rubios, pulctos y tan tan amicanos) era hilarante oir lo que cada uno contaba de los días que habíamos estado fuera: -yo en la seva, de safari»-…-Yo en el mar , de turismo… yo en la hacienda de un magnate, montando a caballo»…- Todos manteniamos el tipo para poder participar en este maratón televisivo que no nos pagaban pero cubria todos los gastos y no descubrir que nos quedábamos porque la gira centroamericana se había ido a la porra.
Una compañera y yo conseguimos salir del hotel (nos tenían «amablemente» confiscados los pasaportes) y llegar hasta una zona de la ciudad muy humilde para ver a la familia de un bailarin amigo que estaba en España, era peligroso…eso no podíamos hacerlo…pero la felicidad del padre fue tan grande que merecio la pena.
Regresamos una Navidad mucho tiempo antes de lo previsto, un poco derrotados, sin dinero y sin saber que hacer, pero habíamos conseguido volver y eso ya era importante.
Los ochenta dieron para mucho…ya os contaré mas.