dia 43

El pasado empuja con fuerza desbordante si una semilla olvidada por azar decide brotar. Y hoy esa semilla , ese recuerdo, ha cobrado fuerza por un pendiente olvidado dentro de un cajón atascado.

Os contaré un secreto que muy pocas personas conocen pero me tenéis que prometer que no me preguntaréis nunca ni será lo primero que miréis cuando me volváis a ver.

Cuando era pequeña ,con siete años me pusieron gafas, después vino el aparato de los dientes y las botas ortopédicas y a pesar  de todo lo que más me acomplejaban eran mis orejas. Siempre las tenía tapadas, mi pelo abundante las escondía de todo el mundo. Jamas llevaba una coleta, moño o similar. Además un lóbulo rasgado por un bofetón de mi padre no me dejaba ponerme pendientes. Nadie se dio cuenta. Nunca. Y con diecisiete años me operaron por la seguridad social, no fue una operación de estética sino de plástica. la seguridad social no cubría la estética por tanto os podéis imaginar como eran…o es mejor que ni lo penséis.

Por aquel entonces la intervención era muy complicada, mas de dos horas en quirófano y casi me muero. No despertaba de la anestesia y después al inyectarme Britapen perdí el conocimiento (entonces no sabía que era alérgica). Además un vendaje excesivamente apretado me provocó un hematoma que llegaba hasta los hombros.

Os preguntareis que impulsa a una cría de diecisiete años ha desear una operación así. Ha aceptar el dolor por algo que parece banal, pero para mí, enseñar esos apéndices tan raros era una tortura por eso solo mi familia los veía. Nadie más. Acabar con ese complejo,  con esa cosa de mi que me  que me resultaba ajena , fue un alivio.

Cuando me operé desaparecí de mi mundo cercano mas de un mes, y en ese tiempo mis amigos y sobre todo el grupo con el que bailaba empezó a fantasear de donde había estado…yo no decía nada…incluso algunos creyeron que me había ido a abortar a Londres ya que estaba prohibido en España…y espero sinceramente que esa Ley del aborto que quiere aprobar Gallardón nunca llegue a ser efectiva pues es un retroceso terrible para la mujer y también para el hombre, para  la sociedad y sobre todo para la vida. No se puede volver atrás, no se debe.

Retomando el recuerdo;  cuando ya los cotilleos estaban alcanzando tintes corrosivos, decidí contar la verdad y la gente exclamaba: -pero que dices? si no se te notaba nada!!

Esos días en el hospital lo pasé mal, pero también hubo momentos muy divertidos. Fueron 16 días  en una habitación en las que había otras dos chicas  de mi misma edad. Entramos en quirófano la misma mañana:  dos de nariz y Mar la rarita. ¿Os imagináis?. Tres cuerpazos de mujer llenos de hormonas metidos en camisones de hospital. Los primeros días ni nos mirabamos pero cuando ya había pasado lo peor y nos podíamos levantar, nos escapábamos a una sala vacía que había hilo musical a bailar, comíamos porquerías, hablábamos hasta tarde, leiamos toda la noche…pobrecitas enfermeras que trabajo les dabamos!

Lo más increíble fue que el cirujano que me operó quería meterme mano (mi madre puede dar fe) y no quería bajar a su consulta sola (digo bajar porque la planta de ingreso estaba más arriba). Una vez con un vendaje que me cubría la cabeza y que me hacía parecer un mercader arabe  y un espantoso camisón azul de hospital , este médico me arrincono contra la pared y quiso besarme, menos mal que mi madre apareció en ese momento y todo quedó en un susto. Escrito así puede parecer violencia de género pero era más sencillo, creo que estaba tan contento de su obra de arte (mis orejas) que  no podía resistirse a lo que las acompañaba (ósea yo) . Esos días fueron un cúmulo de situaciones embarazosas y muy cómicas. El cirujano se quedo sin beso y yo con unas orejas normales que incluso me han permitido llevar el pelo muy corto. Eso sí no me pueden hacer acupuntura en ellas pues la representación del cuerpo humano esta toda alterada y lo mismo el  acupuntor quiere estimular el riñón y me estimula el sexo.

Menos mal que mi hija Martina no las ha heredado…ni eso, ni nada. Por eso es tan bonita.

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