En China la leyenda de Las Carpas Saltando por Encima de la Puerta del Dragón es, desde tiempos inmemoriales, transmitida de generación en generación.
Ella cuenta que los ancestros de la carpa que vemos hoy en día vivieron alguna vez en el mar de China Oriental y que todos los años en el mes de marzo, cuando los melocotones están en flor, se derriten como vetas de plata las nieves del curso superior del río Amarillo, y el río, de pronto, crece y corre caudalosamente, las carpas del mar de China Oriental nadaban en grupos contra la corriente y se reunían delante de la Puerta del Dragón para participar en la gran competencia organizada por el Emperador de Jade (divinidad soberana del taoísmo). El momento central de esta competencia
era cuando todas las carpas intentaban saltar por encima de la Puerta del Dragón.
Como era temporada de crecidas, el río corría vertiginoso levantando olas altas como montañas. Y las carpas que lograban saltar por encima de esa puerta, por gracia del Emperador de Jade, se convertían en hermosos y flamigeros dragones. Las que fracasaban, que eran las más,regresaban al mar de China Oriental para durante todo el año prepararse para las nuevas competencias del próximo mes de marzo.
Texto de Wang Xiuying
Era el año 77 y los trece años nos empujaban con fuerza: a las chicas el pecho, a los chicos la incipiente barba (u otras cosas) éramos carpas que estábamos intentando saltar nuestra particular “puerta del Dragón” , superar el octavo curso de EGB y poder entrar al Instituto…y no solo eso , lo más importante era el difícil camino de dejar atrás la niñez para iniciarnos a ser adultos.
Antonio Hermosilla, un profesor del colegio, se convirtió en el agitador de nuestro río interior, levantando olas tan grandes que muchos de nosotros pudimos saltar la puerta y transformarnos.
Hace ya… ¿casi 4 años?, nos reencontramos por obra y gracia del Facebook . Habían pasado tantos años y tanta vida que éramos muy diferentes, pero algo nos unía y empezamos una relación de amistad y apoyo que se confirma día a día. Nos reconocimos y les dije algo que ellos no sabían, y que yo podía ver: que eran dragones.
Y así nos llamamos. Y cada día sé que alguien me dirá buenos días aunque este sola, que no me faltaran mis buenas noches. Que si estoy atrapada en una noche de tormenta en medio de un camping, sola con mi hija y tengo mucho miedo, alguien estará al otro lado del teléfono para animarme. Que nos reimos juntos y que también a veces nos enfadamos, o mejor dicho, nos refunfuñamos. Que puedo insultar a un director de escena si me hace la vida imposible y saber que mis dragones me apoyan. O discutir con mi pareja o dolerme algo de mi hija.
Somos dragones y habitamos en la Republica de Rotunda,( pero esto último ya lo explicaré en otra ocasión)