Desde el País del Flamboyan

Big BandMi llegada a Puerto Rico fue apoteósica…ya en el mostrador panameño del Copa Airlines empezó todo, no era consciente de que volaría hacia Estados Unidos y no me parecía tan importante conocer la dirección de donde residiría  estos días ya que  depositaba los restos de mi persona  que quedaba de los Premios Platino en manos de mis amigos Marisol y Georgie y así se lo hice saber a la preciosa azafata que me miró como si yo fuera una bestia en Geografía…quizá tenía razón.

Total, que mientras intentaba averiguar la dirección la cola de facturación aumentaba y los murmullos subían de tono, hablando de mi persona y mas tarde citando a mi padre y a toda mi familia..y no con cariño precisamente..yo los oía pero no me atrevía a mirar atrás.. estaba segura que si me volvía quizá acabara convertida en cenizas bajo la mirada de odio de algún pasajero.

Con alivio escribí la dirección de la casa de mis amigos y muy digna marche para el embarque…allí en el puesto de seguridad me hicieron descalzarme (aunque mis zapatos eran la mínima expresión hecha en piel) y andar descalza sobre un suelo asqueroso…después de echarles una filípica sobre las enfermedades y hongos varios que se pueden cazar en esos sitios, me callé porque se acercaba la salida del avión y la cola otra vez volvía a crecer y ya creo que la gente andaba recogiendo pelos míos por el suelo para hacerme vudú.

En el avión según me senté caí desnucada ,  acusaba todo el cansancio de los días anteriores, y de pronto por la megafonía del avión oigo «Cumple Años Feliz»..y pensé: -¡aún ando tan  impactada de la maravillosa fiesta sorpresa que me hizo hombre que sueño con ella!- ..pero no era un sueño, era un grupo de hombres entre 50 y ..muchos años que coreaban en voz en grito la canción, a la vez que salía por los altavoces del avión…los mismos por donde el piloto nos hablaba. He viajado mucho y nunca había visto nada igual. Era un grupo de músicos portorriqueños y uno de ellos cumplía 70 años. Acabamos riendo, dando palmas y bailando todo el pasaje y gracias a eso pude cambiar la fama de mujer pesada por el de española caliente….así me dijeron….y no admito comentarios.

Estaba aterrorizada en el momento de recoger la maleta, durante la espera de inmigración, un vídeo repetido constantemente decía que no se pueden introducir alimentos en Estados Unidos…y yo como creía que iba a Puerto Rico, llevaba un blister de jamón serrano que había sobrevivido a Panama y que traía con todo mi cariño a los amigos. Un simpático perrito detector de alimentos se acercó a mi y olió el papel que había quedado de la empanadilla ya devorada del aeropuerto. El policía me pregunto si llevaba algo y yo con  cara de inocente le dije: – no llevo nada, mire en el bolso. Y miró y se quedo tranquilo.

Cuando cogí la maleta, el perro se volvió a acercar a mi , tirando de su dueño pero el policía pensó que era lo de antes y me dejo marchar con mi jamoncito.

Y por fin llegue a la preciosa casa que tienen mis amigos en Guaniabo. Ducha rápida y al Monday night en el que la Big Band de Humberto Ramirez tocaba en el  restaurante Yerbabuena . Y allí si que oí entre saxos, trompetas, teclado y demás instrumentos , otra vez «Cumpleaños Feliz» pero esta vez era para mi. En Puerto Rico acababa de cumplir 50.

Crónicas color platino desde Panama, A

Llevo una semana en Panamá. El trabajo me llama y esta vez es una Gala. De color Platino y con aire de cine.

El viaje fueron 11 horas desconectada de mi mundo…y casi sin dormir, es necesario sentir «el mono» que supone la ausencia de comunicación en tiempo consciente (¡¡no vale cuando dormimos!!!) para darse cuenta como nos hacemos adictas a tener cerca a los nuestros de alguna u otra forma y cuando no se puede, se siente angustia. Cosas que parecen importantes como la nota del examen que estuve preguntando a mi hija o como estaba mi madre que al partir no se encontraba bien, debieron de esperar pues y entre las horas de avión y las horas en la cola de inmigración , cuando llegue al hotel con San Wifi, era muy de madrugada en Madrid.

El vuelo fue tranquilo. Como siempre, una, espera con ansia la comida del avión pues rompe la monotonía del tiempo que se pasa entre las nubes (descripción literal en este caso), esas cajitas de aluminio o plástico se convierten en un preciado tesoro que es devorado sin piedad por muy malo que este. Venta a bordo, la señora que pasa con el bebe por el pasillo y se le hace carantoñas, intentar encajar el cuerpo entre la pared y el asiento en el que el señor de delante ha inclinado hasta un ángulo escandaloso, la revista vista y revista de la compañía a aérea en la que te llegas a leer incluso el articulo en ingles, el libro que hayas traído y las pelis (yo también aprovecho siempre para depilarme las cejas, pero solo si no tengo a nadie en el asiento de al lado mirandome con cara de pánico pensando que le caerá un pelo arrancado),… hablando de películas, pase de ver una de Julia Roberts a una de orcos con su hobbit incluido. Lo mas emocionante fue que el monitor de vídeo que me pillaba mas cerca (por decir algo, me arrepentí de no llevar a mano mis prismáticos pues cuando hablaban en élfico subtitulado en inglés era imposible entenderlo, el inglés por la lejanía y el elfico porque aún no me puesto con él, he decidido que lo dejo para mis 52) , en los momentos mas trepidantes de cualquiera de las dos películas, se apagaba, se escondía y luego volvía a salir y a encenderse…el solito, sin mediar orden alguna (eso me confesó la azafata, que no sabía porque hacía eso…y francamente a 8.000 km de altura, «Virgencita que me quede como estoy » y que sea el único aparato que vaya mal en el avión, que después de la desaparición del vuelo de los chinos, estoy muy sensible) , bueno pues con ese meneito del monitor, me perdí el momento en que el hobbit vio abrir los ojos al dragón dormido, no me enteré como acabó Gandalf en una jaula ni la pelea en que la Roberts tira de los pelos a la Strep.

Por fin, aterrizar en un destino después de tantas horas sin haber perdido ni la elegancia ni nada, es una quimera. LLegas cansada, hambrienta y con los pies que pueden ser reproducidos por Botero. Y ¡hala! casi dos horas de pie por la cola de inmigración. Te toman las huellas de las dos manos y aparte los pulgares…como sea como en el gimnasio que a veces el torno no me reconoce la huella y no puedo entrar, me voy a quedar en Panamá por los siglos. Amen.

Un chofer muy amable me recogió , después de encontrar mi cartel entre la selva de personas que buscaban a mas personas que no conocían. Y con su sonrisa ancha de hombre grande me dijo: Bienvenida a Panama…

Había cruzado al otro lado del mundo, y era el mismo día…misterios de la Tierra (que bonica es).