Los días pasan a una velocidad vertiginosa, me doy cuenta por la cantidad de polvo acumulada en la vitrina de los recuerdos…cada vez hay más ( polvo y recuerdos). Hoy he limpiado sólo un estante, allí: una boina dedicada del Maestro Roa, la primera foto que enviaron de Martina desde china, unos prismáticos de nácar .Un kriss malayo, un antiguo cuchillo chino, con sus palillos de hueso juntos en la funda, una daga Tuareg que tiene grabado mi nombre en caracteres árabes
y una marroquí, una navaja marinera, los saids (que no se manejar y de los que me enamore por la marveliana Elecktra), una daga filipina, un kukri nepales, otra falcata Ibérica y un suriken. ¡Y sólo en una parte de toda la vitrina!. Colecciono armas blancas, me parecen muy bellas.
Hubo un tiempo en el que sabía lanzar cuchillos, tenía el mío propio creado en las cuchillería Sevillana Botero. Se ajustaba a mi mano y su peso era adecuado para mi gesto. Entrenaba y siempre viajaba con él. Eran tiempos en los que no estaba prohibido llevar cuchillos y en los que tampoco te requisaban la navaja si te hacías un bocadillo en la calle y tu Opinel pasaba de 8 cm.
Me gustaba lanzarlo, porque el cuchillo solo se clava si hay una conexión absoluta entre el cuerpo y la mente. Es un instante de vacío absoluto, de concentración y de “no deseo” y entonces, el cuerpo se alarga hasta llegar al punto y quedarse clavado en él, limpiamente, sin duda, sin desvío. Procuraba buscar ramas muertas o tocones, puedo parecer tonta pero me daba “no se que” hacer daño a un árbol vivo.
Una vez en Barcelona hace muchos años, estaba muy de noche en el Parque Guell , había discutido con un noviete que tenía , violinista de la Orquesta del Liceo, y me bajé muy enfadada con mi perra Sur (una adorable Rottweiler negra, compañera de vida durante 12 años) y mi cuchillo a ver si me tranquilizaba. La rabia no permitía que clavara el cuchillo y se perdía una y otra vez entre la maleza. La perra que era muy lista, ya sabía que cuando yo lanzaba no tenía que estar cerca.
En un momento dado se acercó un señor, que viéndome agachada buscando algo me dijo muy amable:- Señorita, le puedo ayudar en algo- Y simultáneamente , aparece mi perra gruñendo por lo bajo y yo le contesto con toda naturalidad:-…Ah! Si! Gracias! Es que no encuentro mi cuchillo!- La cara del pobre hombre fue imborrable. Me miro con los ojos como platos, ladeo la cabeza y huyo corriendo. Al principio me quede perpleja: ¿qué le había dado miedo? Sur es encantadora…y yo…bueno en contra de lo que seguramente pensaba el músico esa noche, ¡¡también!!…y después observando la situación, me entró un ataque de risa:…las dos de la madrugada, una Rottweiler y una loca con un cuchillo…..al pobrecito le debió de parecer que se había encontrado a una psicópata… con tanta risa se me fue la mala leche y puede hacer dos cosas: clavar limpiamente e irme a mi casa feliz.
Mi cuchillo de lanzar me lo robaron y la facilidad de lanzar en solitario también. Se convirtió en algo muy complicado viajar con cuchillos y tener rotwailers. Permiso de armas, permiso de animal peligroso (mi pobre Sur, que más buena era imposible, y su hijo Bat, 60 kilos de perro ,que aullaba cuando mi sobrina enfurecida con dos años le mordía porque le quitaba el chupete, y había que apartarla con la boca llena de los pelos del pobre can). Por eso ahora entreno con abanico (una modalidad del Tai-chi y con la que conseguí mi segundo Dan), y tengo labradores. Los años me vuelven más cómoda y el tiempo hace que se simplifiquen los caminos. Pero no equivocarse, un abanico tampoco se abre si hay desequilibrio y estoy segura que mis dos chicas Hai y Miniblack nunca dejarían que nadie me hiciera daño.
Este artículo es muy cortante, o mas bien como dicen mis compañeros colombianos «filoso».
Pero es bueno saber eso, pues seguro que casi siempre te toca a ti trinchar el pollo o cortar la tarta. Ventajas de manejar cuchillos. O no?
jaja! no me gusta cortar el pollo ni el jamón