Ya queda la mitad, parece mentira lo rápido que pasa el tiempo…
Ayer fue un día precioso. Un sol radiante calentaba Madrid y la ciudad estaba tranquila y luminosa. Me calcé las zapatillas y me fui a correr con las dos perras .
Tres bichos felices trotando por el campo. Buena música, alas en los pies y ellas (mi Ying y Yang, la blanca y la negra) a mi lado sueltas pero controlando. De vez en cuando, un despiste, algún otro perro, un olor diferente, un ruido raro y se descomponía el cuadro que a la gente le llamaba la atención. Un silbido hecho con los dedos que yo llamo «OK», les devolvía a la carrera (aprendí con 16 años a silbar así y siempre me ha sido muy útil, por ejemplo, Martina si oye ese silbido, agudo y potente sabe que su madre le llama) y después de diez kilómetros a casa. ¡Cuanto se puede disfrutar con tan poco!
Y hoy otra vez el día esta gris….y recuerdo un poema de Salvatore Quasimodo que siempre me ha sobrecogido.
« Ognuno sta solo sul cuor della terra
trafitto da un raggio di sole:
ed è subito sera. »